martes, 28 de mayo de 2013

SALUD ESPIRITUAL

SALUD ESPIRITUAL

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Salud espiritual es estar consciente y pendiente del proceso de mi vida moral y emocional, todo esto se fragua en el laboratorio mental que posee todo ser humano.
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La vida y la existencia humana nos plantean muchos interrogantes que pueden ponerse en contexto dentro del marco de una vida espiritual. Ciertas formas de espiritualidad, la religión y la fe, pueden encontrar tu conexión contigo y con el mundo. Muchas personas se preguntan si la religión, la oración y la espiritualidad tienen algún efecto positivo sobre la salud del cuerpo y de la mente. En Vida y Salud te contamos más acerca de este interesante tema.
 
Dicen que la fe mueve montañas. Pero ¿puede la fe ser buena para la salud? Por años y años esta pregunta ha surgido en los debates científicos. Está claro que los seres humanos somos un todo compuesto por cuerpo, mente y espíritu. Por eso, una entidad no puede funcionar independientemente de la otra: si el cuerpo se enferma, es porque algo en la mente y las emociones anda mal. Desde que logramos tener uso de razón, la mayoría de nosotros nos preguntamos por el sentido de la vida. “ ¿Por qué estoy aquí?”, “ ¿cuál es mi misión en el mundo?” “ ¿qué pasa después de la muerte?” son algunos de los interrogantes que todos nos hemos planteado. Para responderlos y darle contexto a la vida, ha surgido la espiritualidad. 
 
Esta no necesariamente está ligada a una religión o a un culto, sino que más bien nace de elegir una forma de conectarse con uno mismo y con los demás y darle significado a la existencia. Los científicos están de acuerdo en que la espiritualidad y la fe tienen efectos positivos sobre la salud, pero no precisamente porque se produzcan ‘milagros’ en el sentido religioso de la palabra.

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Es muy importante para tener salud espiritual estar consciente de que yo no soy la mente, saber que la mente la debo considerar como una herramienta en mi proceso de evolución y comunicación, entre una de sus tantas funciones, y no que la mente me sirva para involucionar o para pervertirme.

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Para poder ocuparnos realmente de nuestra salud espiritual, es importante tener claro que el enemigo no es la muerte. La muerte es un fin de ciclo necesario para que la Vida misma siga su camino. El enemigo es el miedo. Lo único que hay que temer es el temor. Mahatma Gandhi, un gran guerrero espiritual, decía que la osadía es el primer requisito de la espiritualidad. Si no desarrollamos el coraje de encarar los muchos miedos que se nos ponen por delante, seguiremos viviendo de manera cobarde. “La cobardía -dice Stephen Levine- es vivir de espaldas a la realidad, vivir como si la muerte no existiera”

Si nuestro estado de ánimo es sereno y conformado, las penas del cuerpo se llevan mejor. E igualmente, cuando tenemos una buena escucha de nuestro mundo interno y podemos hacernos cargo de nuestras emociones, podemos vivir las dificultades con menos angustia y más comprensión. El cuidado y desarrollo de esa actitud madura y benevolente para con nosotros mismos -y si la tenemos con nosotros mismos, la tendremos con los demás- es lo que llamamos “salud espiritual”. 
  
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Crecer interiormente requiere una deliberación, saber qué es posible y ponernos a ello. Requiere reconciliarse con aspectos de nosotros mismos, integrar todas las experiencias que hemos vivido y acumulado; supone aprender a envejecer, aprender a morir y recuperar el ser que somos. No es lo mismo llegar a ser “un viejo sabio que un pobre viejo”. En la sociedad en que vivimos, los ancianos no son casi respetados, porque no somos “viejos sabios”, somos personas ancianas que hemos permanecido fijadas en actitudes infantiles, resentidas, temerosas y no somos un testimonio para los jóvenes de lo que es ser mayor. El mayor necesita integrar los diferentes cuerpos para ver el nivel que tiene de salud, analizar el estado de conciencia que tiene, ya que tiene dentro una capacidad de bienestar, un testimonio de la vida del que se puede aprender.

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